domingo, 23 de octubre de 2011

La alpargata

Hace poco más de treinta años, la mayoría de nosotros conocimos por vez primera la democracia. Entonces, nuestra percepción sobre los políticos y su actitud en el desempeño de sus funciones era bien distinta a la que ahora tenemos. Nos faltaba el conocimiento de haber visto su comportamiento a lo largo del tiempo y les votábamos por su trayectoria personal y profesional en el régimen anterior y por su ideología, que era la nuestra. El paso de los años confirmó o disipó nuestras dudas y hoy ya podemos juzgarles basándonos en su comportamiento en democracia.
Hace treinta años, en la cuenca minera de Asturias, la gran mayoría de los que habían visto llegar la segunda república, la revolución del 34, la guerra civil y el franquismo, votaban a un partido de izquierdas, normalmente al PSOE. Mis antepasados y yo mismo somos de esa tierra y lo sabemos bien, aunque para saberlo sólo hace falta consultar los resultados electorales del momento.
Uno de esos antepasados, mi abuelo, era una persona ingeniosa y con sentido del humor. Tal vez por eso se rodeaba de gente parecida a él. Cada vez que soy capaz de reírme de mí mismo, me siento en deuda con él. Y recuerdo que tenía un amigo de su edad, de los que habían vivido casi todo el siglo XX, de los que volvían a votar cuarenta años después. A mediados de los '80, muchos españoles empezamos a conocer lo que la nueva democracia nos ofrecía y muchos se disponían a cambiar, por primera vez, su voto. Fue entonces cuando mi abuelo le preguntó a su amigo si él haría lo mismo, si pensaba cambiar su voto. Y fue entonces cuando su amigo le dio la respuesta que mi abuelo me contó y que jamás olvidaré: "Votaré al PSOE, aunque pongan de candidato una alpargata".
En aquella época y en otras zonas de España, tal vez muchos españoles hubieran dicho algo parecido refiriéndose a ese o a otros partidos de ideología opuesta. Eso es lo de menos. Sobre lo que me interesa reflexionar es si hoy, treinta años después, todavía hay españoles que votan al mismo partido "aunque pongan de candidato una alpargata". Y, si esto es así, saber cuántos son e indagar en el alcance que esa actitud puede tener sobre la salud del sistema democrático. Más, aún, saber si son conscientes de ello.
En general, uno cambia su voto cuando el partido al que votó le ha defraudado porque ha hecho las cosas mal o no ha cumplido sus promesas. Por eso, el mejor momento para conocer la resistencia al cambio de voto es cuando aparece un gobierno que haya hecho las cosas mal o, mejor dicho, muy mal. Cuanto peor lo haya hecho ese gobierno, más cambio de voto debería de haber y cuantos menos votos cambien, mayor será la resistencia al cambio. Ya sabemos, pues, cómo medir ese asunto.
¿Y qué pasa con el alcance que tal comportamiento produce en el sistema democrático y el grado de consciencia de esos votantes? Sin duda, ése es un tema que da para largo. Pensaré en él. De momento, me quedo con lo de la alpargata.

viernes, 21 de octubre de 2011

Carta a un amigo en un día especial

Hola, Chuchi.

¡Qué casualidad! Acabo de leer a Pedro Jota en el Twitter diciendo lo siguiente: “Nunca había visto tanta agresividad en Twitter como ésta de quienes me reprochan que no me quiero enterar de que ha llegado la paz” y no he podido reprimirme y decirle lo que otras veces he visto en España por parte de la izquierda en situaciones similares y que a tantas personas he comentado: “@pedroj_ramirez Esa agresividad tal vez proceda de quien lleva años sin poder hacer reproches a los dirigentes que aprecia. Hoy se liberaron”. Lo cierto es que la explicación no es mía. Es de algún psicólogo cuyo nombre no recuerdo.

En cuanto a la línea editorial de El Mundo, también su director sabe lo que pienso: “@pedroj_ramirez Lo dije ayer: impecable. El editorial recoge todos los aspectos y los trata objetivamente, analizando a diestra y siniestra”. Viniendo de quien viene el editorial, tal vez la peor parte se la lleve Rajoy, el cual no ha hecho más que aguarle la fiesta a Rubalcaba, sabiendo que las personas más a la derecha de su partido se enfadarán con su declaración, pero acabarán votándole, mientras que con ella se acercó a las que se sitúan más a la izquierda del PP para evitar su fuga. En fin, artimañas de los políticos que tú bien conoces. Por otra parte, sospecho que un ligero estremecimiento debió recorrer ayer su cuerpo al imaginarse que probablemente pase a la Historia como el Presidente de Gobierno que asistió a la disolución y entrega de las armas de ETA, es decir, a su verdadero final. Allá él. Me conformo con que los terroristas paguen esta factura: 313 civiles, 209 guardias civiles, 154 policías nacionales, 106 militares, 32 políticos, 26 policías locales, 13 ertzainas y 11 jueces. Porque son ellos los que nos deben y no al revés.

Y como no quiero aburrirte y mucho menos aguar la fiesta a nadie, termino suponiendo que las fechas del 16/09/98 y del 22/03/06 algo te evocarán. De verdad te digo que recuerdo la alegría con la que celebré sobre todo la última: “el cese permanente, general y verificable de la lucha armada”, algo muy parecido a lo de ayer si cambiamos “permanente” por “definitivo”. Pero también ayer supimos que paralelamente a la tregua del 98 se estaba preparando el asesinato de Mikel Buesa “por si se rompía en el futuro”. Por eso y porque voy cumpliendo años, hace tiempo que soy escéptico. En cualquier caso, me alegro sinceramente de que mi escepticismo no os alcance y podáis celebrar el nuevo comunicado. ETA se acabará. Por supuesto. El problema es cómo y a qué precio. Ahí es donde ese ligero estremecimiento me afecta a mí.

Un fuerte abrazo. Ya sabes que te quiero.

Paquito