sábado, 19 de marzo de 2011

La barrera

La barrera es esa la línea imaginaria que separa dos submundos. Hay barreras que nos gustaría franquear, pero las nefastas consecuencias de hacerlo nos apartan de ese deseo. Hay otras, sin embargo, que también nos gustaría atravesar porque sabemos que lo que hay más allá es bueno y nos gustaría vivirlo. Sucede que, cruzar ese tipo de barreras, significa romper con el pasado y eso nos hace dudar.
Cambiar de vida, hacerlo de otra manera, con otras personas o en otros países, es romper con nuestro pasado. Tal vez porque a éste lo conocemos mejor que a nuestro futuro es por lo que nos aferramos a él. Eso explicaría el miedo a salirse del camino y a escoger otro del que nos han hablado y desde el que nos están llamando para acudir. Otras veces es la falta de compañía en la nueva aventura lo que nos echa atrás. Esa compañía que nos hace felices aquí y de la que no nos queremos separar. Pero, sobre todo, creo que la clave está en que en nuestro camino actual hemos aprendido a transitar con el mínimo de dificultades y en el nuevo tendríamos que empezar de cero y el riesgo a no ser capaces nos aterra.
Siento lástima de no ser capaz de cambiar de camino con más frecuencia, y admiración por los que un día lo hicieron. Me gustaría cruzar la barrera que me separa de otros submundos menos opulentos. Dejar la red, las ondas hercianas, los teclados, los horarios, los coches, y empezar a ver, a escuchar, a aprender. Pero el pasado, la compañía, el miedo... Todo me retiene.

sábado, 5 de marzo de 2011

Submundos

De repente, alguien o algo te abre una puerta. Te asomas y te estremeces. Allí estaban desde siempre. Tan cerca y tan lejos.
Esta sensación es la que vivo cada vez que me entero o me muestran la actividad, hasta entonces desconocida para mí, de determinadas personas, a veces próximas y otras distantes. Creo que los humanos tendemos inconscientemente a vivir tan intensamente nuestras propias circunstancias que nos olvidamos de que la gente que nos rodea también tiene su mundo propio. Y sucede que, cuando súbitamente descubrimos esos "submundos", yo, al menos, despierto como de un sueño y me doy cuenta de que mientras vivo mi vida, hay millones de vidas discurriendo simultáneamente.
Es curiosa esa sensación -de amplitud y, al mismo tiempo, de pequeñez- cuando imaginas lo que desde hace muchos años otros han estado haciendo mientras tú "hacías" tu vida. A veces, esas otras cosas son deleznables y te parecen imposibles. Otras, las más, se trata de cosas ordinarias, aunque ocasionalmente sorprendentes.
Sospecho que la razón de este sentimiento, de esta incapacidad de imaginar otros submundos, es una defensa natural del ser humano para no sufrir empáticamente el dolor de los demás. Nos abstraemos y así no lo tenemos siempre presente. Pero, a la vez, es posible que sea debido a la atención exclusiva que nuestro cerebro presta a resolver las situaciones que se le presentan de forma continua. Es decir, no podemos imaginar porque estamos resolviendo. Sea lo que sea, me encanta conocer esos otros mundos ajenos. Tanto, que algunos los hago propios.