sábado, 26 de febrero de 2011

El viaje

Cada vez que viajo solo, conduciendo por una ruta larga y conocida, me pasa lo mismo. Durante horas, noto que mi mente no tiende a generar nuevas ideas sino que, curiosamente, hace todo lo contrario. Tiende más a recordar experiencias vividas en los lugares por lo que voy pasando o en aquéllos cuyos nombres me muestran las señales informativas de tráfico.
Agradezco esta forma de viajar. Con frecuencia me olvido del destino y el viaje se convierte en un continuo transcurrir por las emociones. Sin quererlo, me veo riendo y, a veces, incluso me tengo que "despertar" para no llorar. Ciertamente, se trata de un intenso presente construido exclusivamente de pasado.
Viajar sin esperar ni imaginar el final es sorprendente. Supongo que tendrá algo que ver con la sensación de inmortalidad o, tal vez, con un recurso que los humanos empleamos para no tener consciencia permanente de que nuestras vidas tienen todas, inexorablemente, el mismo final.
Cuantas más experiencias tengo en la vida, más "emocionantes" son estos viajes. Más recuerdos se agolpan en mi mente, mejor se encadenan y más fascinante es el trascurrir del espacio y del tiempo. Y creo que digo bien, cuando hablo del transcurrir del espacio. Como en una sala de cine, voy quieto en mi coche y todo lo que me rodea va pasando y quedándose atrás, a derecha y a izquierda. Viéndolo así, uno piensa ¿cómo es posible que el espacio "transcurra" de forma tan parecida al tiempo? Tal vez vayan tan juntos que no puedan separarse. En cualquier caso, procuraré no dejar nunca de viajar, aunque no me mueva.




sábado, 19 de febrero de 2011

Maneras de vivir

Hace años, alguien cuyo carácter e inteligencia yo apreciaba mucho me habló sobre la importancia de simplificar, de no complicar las cosas. En aquel momento y aunque el razonamiento me parecía coherente, yo no era consciente de su verdadero alcance. No obstante, nunca lo olvidé.
El paso del tiempo convierte sospechas en idioteces o en verdades comprobables. En la segunda mitad de mi vida me he dedicado a explicar a miles de personas cómo nos comportamos en determinadas actividades personales y profesionales totalmente diferentes e inconexas. Esas actividades eran tan dispares, tan poco tenían que ver unas con otras, que al principio me resistía a creer que las causas de muchos de esos comportamientos fueran comunes. De hecho, me parecía una idea tan simple que llegué a dudar de mi capacidad de analizar y de ver las cosas. Más adelante, me rendí a la evidencia y comencé a indagar sobre la materia.
Efectivamente, hoy estoy convencido de que tanto en la actividad comercial como en la directiva, tanto en la negociación como en la planificación de tareas, tanto en las relaciones sentimentales como con los amigos, tanto en el deporte como en la música, existen una serie de modelos que se repiten y que sirven para explicar determinados comportamientos. Con el tiempo, no sólo he dejado de dudar, sino que hoy lo explico y lo aplico como herramienta para resolver problemas.
Afortunadamente, creo que hay muchas situaciones en la vida que, aunque muchos no lo perciban, son parecidas a otras y deben aplicarse las mismas recetas para superarlas con éxito. Lo malo es que parece que nos resistimos a creerlo. Es posible que el ser humano no admita que la esencia de su mundo no es tan compleja como parece. Y digo esto porque, con frecuencia, también he notado que cuando esta simplicidad de la repetición de modelos se la cuentas a alguien que te pide consejo, esta persona se queda "desencantada". Da la sensación de que esperaba una respuesta mucho más compleja, tal vez una solucion más enrevesada y única que justificara el hecho de haber percibido su problema como de muy difícil solución.
En cualquier caso, al margen de su utilidad, me resulta interesante pensar que, en el fondo, tal vez esta repetición constante de patrones nos esté insinuando que en realidad no hay tantas maneras diferentes de vivir.



sábado, 12 de febrero de 2011

El animal gigante

Hace muchos años, unos señores eran dueños de unas pequeñas propiedades. Para protegerlas, decidieron utilizar un animal. Aunque era un cachorro, dado que las propiedades también eran pequeñas, el animal no tenía problema para cumplir con su misión. Con el paso del tiempo, el número de propietarios fue aumentando y el tamaño de sus propiedades también. Entonces, los señores decidieron dar más comida al animal para que creciese y pudiera seguir protegiéndoles. Y el animal creció mucho y se hizo gigante. Y los señores empezaron a notar que, en ocasiones, les desobedecía. Pero ellos tenían que seguir dándole de comer porque estaban seguros de que lo necesitaban.
Un día, aquel animal gigante empezó a dar órdenes a sus dueños. Al principio, algunos de ellos no le hicieron caso y el animal los atacó cruelmente. Fue entonces cuando todos vieron que lo más prudente era obedecer al animal, que se había convertido en el nuevo dueño. Lo cierto es que habían creado un monstruo y ahora le tenían miedo.
Pero no todos los propietarios estaban asustados, ni contrariados. A algunos les había venido bien que el animal creciese tanto, porque le fabricaban su comida, le curaban sus heridas, ... Estos propietarios se esforzaban en convencer al resto de que era importante que el animal tuviese aquel tamaño, pues les protegería mejor. Además, sus órdenes iban encaminadas hacia su bienestar. Los propietarios que estaban atemorizados no se atrevían ni siquiera a discutir con estos otros propietarios satisfechos.
En la mayoría de países había pasado lo mismo. También sobrealimentaron e hicieron crecer a los animales que les protegían y ahora tenían el mismo problema. Sin embargo, en un momento de la historia hubo unos señores que se rebelaron contra aquella fuerza animal. Cogieron un barco y cruzaron el océano y se hicieron propietarios de unas nuevas tierras. También utilizaron un animal para protegerlas, pero para que no les pasase lo mismo, le daban poco de comer. De esta forma, les ayudaba a protegerse, pero no crecía y nunca se convirtió en un gigante que les diese órdenes. Hoy, en esos países, las gentes están muy preocupadas de que el animal cumpla con su misión, pero que no crezca, porque quieren sentirse libres y no depender de él. Asimismo, hubo otros países que, viendo que el animal era tan grande y poderoso, decidieron entregarle todas las propiedades y que él fuera su dueño, las protegiese y las gestionase. Muchos de esos países hoy ya no existen porque, al final, los antiguos propietarios no aguantaron aquella tiranía del gigante animal y, entre todos, acabaron con él.
- "¿Lo has entendido o es muy complicado?", le dije a mi sobrino.
- "Lo he entendido. Pero, ¿de verdad que existe ese animal tan grande?", me contestó él.
- "Sí, querido sobrino. Claro que existe. Ese animal es el Estado".

sábado, 5 de febrero de 2011

Ambiciones y progresos

"Paco, pero hay que progresar, ¿no?". Ayer he vuelto a escucharlo y ayer he vuelto a contestar "sí hombre, ya lo sé, pero....". Hablábamos de dinero, de mejorar económicamente. Hablábamos de los que dedicaron toda una vida a mejorar económicamente y un buen día todo se les vino abajo. La gente justifica trabajar sin descanso para mejorar económicamente. Es de esas cosas "socialmente aceptadas".
Lo cierto es que me molesta tener este asunto tan claro y no exponerlo o no ser capaz de hacerlo con más frecuencia y rotundidad. ¿Por qué te miran mal si dices que no eres económicamente ambicioso, que ya tienes bastante, que deseas progresar pero en otros ámbitos de la vida? En definitiva, ¿por qué la falta de ambición económica no está "socialmente aceptada"?
En mi opinión, el origen de este fuerte arraigo social del progreso económico de las personas tiene que ver con el modelo de sociedad que generó el cristianismo. No es una cuestión que haya arrancado con la era industrial. La cuasi santificación del trabajo se ve muy claramente en el protestantismo. Estados Unidos es un modelo claro de sociedad basado en esos principios. Me parece muy bien. Sin embargo, hay otros países con otras culturas no cristianas donde esa percepción del progreso material es diferente. Creo que India es un ejemplo de esto último. También me parece muy bien.
Cada uno debe escoger el modelo que mejor le parezca o que más le interese o adapte a sus valores, pero no debe entenderlo como universal (catolicismo significa "universal, que comprende todo").
Nunca me dio pena de las personas que hicieron mucho dinero trabajando sin descanso y un buen día se arruinaron. En cambio, siempre me dio pena de los que hicieron poco dinero trabajando sin descanso y un buen día perdieron lo poco que tenían. Y, sobre todo, siempre me dio pena de los que, pudiendo escoger, optaron por trabajar sin descanso antes que progresar intelectual y espiritualmente. Pena sí, pero también respeto.