sábado, 5 de marzo de 2011

Submundos

De repente, alguien o algo te abre una puerta. Te asomas y te estremeces. Allí estaban desde siempre. Tan cerca y tan lejos.
Esta sensación es la que vivo cada vez que me entero o me muestran la actividad, hasta entonces desconocida para mí, de determinadas personas, a veces próximas y otras distantes. Creo que los humanos tendemos inconscientemente a vivir tan intensamente nuestras propias circunstancias que nos olvidamos de que la gente que nos rodea también tiene su mundo propio. Y sucede que, cuando súbitamente descubrimos esos "submundos", yo, al menos, despierto como de un sueño y me doy cuenta de que mientras vivo mi vida, hay millones de vidas discurriendo simultáneamente.
Es curiosa esa sensación -de amplitud y, al mismo tiempo, de pequeñez- cuando imaginas lo que desde hace muchos años otros han estado haciendo mientras tú "hacías" tu vida. A veces, esas otras cosas son deleznables y te parecen imposibles. Otras, las más, se trata de cosas ordinarias, aunque ocasionalmente sorprendentes.
Sospecho que la razón de este sentimiento, de esta incapacidad de imaginar otros submundos, es una defensa natural del ser humano para no sufrir empáticamente el dolor de los demás. Nos abstraemos y así no lo tenemos siempre presente. Pero, a la vez, es posible que sea debido a la atención exclusiva que nuestro cerebro presta a resolver las situaciones que se le presentan de forma continua. Es decir, no podemos imaginar porque estamos resolviendo. Sea lo que sea, me encanta conocer esos otros mundos ajenos. Tanto, que algunos los hago propios.


No hay comentarios:

Publicar un comentario