sábado, 7 de mayo de 2011

Futuros de momentos presentes

Mi ordenador tarda mucho en apagarse. Este comportamiento nunca me ha dado ningún tipo de satisfacción, más bien todo lo contrario. Normalmente, cuando me tengo que ir, lo dejo apagándose y cuando vuelvo -pasadas unas horas- lo encuentro ya desconectado. Realmente, nunca supe lo que pasaba desde que me iba hasta que regresaba. Solamente tenía información del momento en que lo dejaba y del instante en que lo volvía a encontrar.
Hace unos días, aún a pesar de la prisa que tenía por irme, decidí permanecer inmóvil a su lado, mirándole, esperando a que se apagase. Definitivamente, quería saber si tardaría uno, dos o cinco minutos. Durante la espera tuve una extraña sensación. Sentí que, de no haber estado allí, aquellos momentos serían iguales, pasaría exactamente lo mismo: los mismos ruidos, las mismas luces intermitentes, la misma desconexión final... Sin embargo, ahora tenía la información que me faltaba. Sabía lo que había pasado después del momento en que estuve a punto de irme.
Como digo, tuve una extraña sensación y creo que fue por haber vivido aquello como un observador externo que no participó en los hechos que delante de él habían estado sucediendo durante aquel lapso de tiempo. Lo cierto es que, insisto, yo no participé en la desconexión del ordenador, simplemente fui un testigo invisible.
Me fui de allí pensando. ¿Cómo será el futuro de esa persona que acabo de saludar en la calle?, ¿qué cosas hará en los próximos minutos?, ¿se detendrá ante un escaparate, tropezará, volverá a saludar a alguien más? Me di cuenta de que las personas no somos conscientes de vivir el futuro de nuestros momentos presentes porque ese futuro, cuando nosotros somos los protagonistas, lo vivimos siempre como presente. Por ello, en cada momento presente no tenemos la sensación de estar viviendo ningún futuro. De ahí mi extraña sensación. Por primera vez y debido a que yo sólo fui un observador que no intervino en lo que pasó, sentí "estar viviendo" el futuro. El futuro de otro que no era yo. Es como si, de forma invisible, hubiera acompañado, observado y sabido -sin intervenir- todo lo que aquella persona a la que saludé hizo después de nuestro encuentro. Hubiera visto, sin ella saberlo, que se detuvo ante un escaparate, que no saludó a nadie más... Por eso, ¡qué extraña sensación la de vivir el futuro de otros!

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