sábado, 15 de enero de 2011

Política y sistema (I)

Me interesa la política, pero hablo poco de ella. Mejor dicho, sólo hablo de ella con algunas personas de mi entorno próximo. Bueno, tal vez esté exagerando. Lo cierto es que a veces también hablo de ella con personas con las que jamás pensé hacerlo (taxistas, peluqueros,...), aunque suelen ser ellos quienes me tientan (poniéndome determinada emisora de radio, leyéndome un titular de prensa,...).
Sin embargo, me he dado cuenta de que cuando hablo de política casi siempre lo hago sobre política cotidiana, la de ayer o la de hoy, la inmediata, la de los medios de comunicación. Y es curioso, porque esa política de actualidad es la que menos me interesa o, por lo menos, la que menos me atrae. En el fondo, para mí, esas acciones de la política cotidiana son como gotas que, normalmente, si no se evaporan, van llenando el vaso de una cierta desazón. No me interesan.
La política sobre la que me gusta pensar y de la que hablo poco es la que yo llamaría "política sociológica". Aquélla vista como un acto social a lo largo de la historia. Por ejemplo, la que analiza cómo funcionan los partidos políticos, cómo es la relación entre los políticos y las verdaderas fuentes del poder, cuál es la influencia de las decisiones políticas en los comportamientos de las personas, etc.
En ese orden de cosas, desde hace algunas fechas pienso en la responsabilidad que tenemos los ciudadanos que hemos colaborado a crear y a mantener un "sistema", una "estructura" de poder que nos ha superado y que, en cierto modo, ya no podemos controlar. Me sonroja pensar que he tardado cuarenta años en saber que existía ese "sistema" de poder. Una "estructura" en la que los políticos son meros actores y no guionistas, como yo creía. Afortunadamente, me consuelo pensando que más vale darse cuenta tarde que nunca.

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